- Sweet Adeline
- Tomorrow Tomorrow
- Waltz #2 (Xo)
- Baby Britain
- Pitseleh
- Independence Day
- Bled White
- Waltz #1
- Amity
- Oh Well, Okay
- Bottle up and Explode!
- A Question Mark
- Everybody Cares, Everybody Understands
- I Didn’t Understand
Producido por Rob Schnapf y Tom Rothrock
Dispuesto a grabar su primer álbum con una multinacional, Elliott Smith abandonó la autoproducción y contó con Rob Schnapf y Tom Rothrock, que ya le ayudaron en la mezcla de «Either/Or». De igual forma, aunque sigue tocando la inmensa mayoría de los instrumentos del álbum, solicitó la colaboración de músicos como Joey Waronker (Beck, The Smashing Pumpkins) y el multinstrumentista Jon Brion.
«XO», editado por Dreamworks» en agosto de 1998, debe su título a un tratamiento coloquial de «kisses and hugs» («besos y abrazos»), una muy americana manera de despedir una carta. Estamos ante un disco mucho más lujoso que sus predecesores y en el que, su autor, despliega con maestría todo su buen hacer melódico y lírico. La primera diferencia notable es que «XO», a diferencia de los discos anteriores, es un álbum de banda… Una banda de un solo miembro que toca todos los instrumentos, y que cambia sensiblemente la emotividad de un sonido antes impregnado de melancolía y que -ahora- explota cientos de ambientes y matices. Incluso a nivel lírico, la pretérita y bella melancolía de antaño se ve acompañada de pinceladas de furia, amor e incluso alegría, creando un mix de emociones realmente interesante. Elliott cuenta con mejores medios, pero sigue siendo él.
El disco arranca con «Sweet Adeline«, una canción que ilustra como ninguna el cambio del sonido de Elliott Smith. Su inicio acústico no hubiera desentonado en ninguno de sus tres discos anteriores…, pero entonces llega ese enrevesado estribillo y Smith se muestra brillante al bajo, la batería, el piano, las armonías… ¿Quién quiere una banda sabiendo tocar todo así? Espectacular.
«Tomorrow, Tomorrow» vuelve a desempolvar el sonido acústico con no disimuladas reminiscencias del «Álbum Blanco» de los Beatles, antes de llegar al primer momento álgido del disco: «Waltz #2 (Xo)«, un soberbio vals que suena a clásico de todos los tiempos. Una canción absolutamente imprescindible con versos impregnados de la melancolía que sólo puede provocar el desamor. El protagonista de la canción observa pasar ante él a su antiguo amor, ahora casada con otro («Ese es el hombre con el que ella está casada, esa es la chica con la que él recorre la ciudad. Ella parece serena, lo está, supongo pero ¿quién puede decirlo de verdad? Ella no muestra ni un poco de emoción, mirando al vacío, como una muñeca de porcelana muerta«), ¿quién no ha cantado en secreto versos parecidos a los que Smith utiliza en el desgarrado estribillo de esta canción?, «Ya nunca te voy a conocer pero de todos modos siempre te querré»?. Joya.
Tras la intensidad emocional de «Waltz#2», la poppie «Baby Britain» relaja el ambiente, una maravilla pop que Paul McCartney no hubiera rehusado firmar. Una canción perfecta que, además, se encuentra escoltada por la anteriormente citada «Waltz#2» y la también estupenda «Pitseleh«, otra preciosidad acústica con una letra que simplemente te desarma, «no soy lo que necesitas ahora a tu vida, nunca podría ser las pieza que falta en tu rompecabezas. Dicen que Dios pone pruebas sólo para ver lo que puedes soportar antes de que hagas lo que el diablo quiere, nadie merece esto. La primera vez que te vi supe que esto no iba a durar, no soy ni la mitad de lo que quisiera ser. Me odio por ello y creo que no se me pasará el enfado, fui una mala noticias para tí pero nunca quise dañarte».
«Independence Day» es otro de los momentazos del disco. Incomprensiblemente no editada como single, es verosímil imaginar que hubiera podido tener éxito de haberlo sido. Fantástico medio tiempo que sigue mostrándonos el magisterio de Smith en el manejo de la melodía y que, tras seis canciones, nos permite afirmar que estamos ante un discazo. Sensación que se acrecienta, si cabe, tras escuchar la inconmensurable «Bled White«, la canción más alegre del CD y en la que Joey Waronker se incorpora a los tambores. Otra enorme canción pop por la que tengo absoluta debilidad
La dulce y sosegada»Waltz #1» es otra joya, mucho menos convencional en su línea melódica pero igualmente sobrecogedora, mientras «Amity» es en -contraste- la canción más potente del álbum y probablemente la menos inspirada. El nivel estratosférico retorna con la lennoniana «Oh Well, Okay«, otra perla en la que Elliott se atreve con arreglos clásicos y guitarras slide que acerca la canción mucho a los sonidos de George Harrison en solitario. Soberbia música y magnífica letra: «Aquí está la silueta, el rostro siempre esquivo y el color sangrante oscurecido, muriendo como muere un día. No puedo entender lo que te hizo tan infeliz (…) Si te entra algún sentimiento la próxima vez que me veas hazme un favor y házmelo saber, porque es difícil de contar, es difícil de decir. Oh, bueno, está bien…»
Y llegamos a otra de mis debilidades, «Bottle up and Explode!«, un fabuloso medio tiempo de gran intensidad emocional (el puente al estribillo pone los pelos como escarpias). Una canción monumental que queda unida, a través de un fragmento de saxo con el siguiente tema: «A Question Mark«. Estamos casi en el final y el tío Elliott saca la artillería. «Everybody Cares, Everybody Understands» es una fabulosa canción que Smith había compuesto años antes (incluso previa a Heatmiser) en su mejor tradición acústica. Pero, de repente, los últimos dos minutos se concierten en un imaginativo pasaje instrumental que no hubiera desentonado en «Abbey Road» («Todo el mundo se preocupa, todo el mundo comprende, todo el mundo se preocupa por ti, quieras o no quieras. Es un abrazo químico que te patea en la cara con una pura simpatía sintética que te enfurece totalmente (…) Aquí estoy soñando mirando el sol brillante, la lluvia es la luz que guía a todo el mundo. Dices que tienes buenas intenciones, pero no sabes de qué hablas, maldición, deberías permanecer en el infierno lejos de las cosas de las que no sabes nada»). Brutal.
Y entonces llega «I Didn’t Understand«, sencillamente una de las cosas más bonitas que jamás he oído. Como si de el mejor Brian Wilson se tratase, Elliott se atreve con un a capella (se dobla la voz varias veces) para construir una canción preciosa plena de efectivos juegos vocales. No desentonaría y, por qué no decirlo, hasta mejoraría «Pet Sounds». No deja de ser curioso que el propio Smith negara la influencia de los Beach Boys al preguntarle sobre esta canción, cuando, voluntaria o no, es más que obvia. Lo que está claro es que es una maravilla que sirve de perfecto colofón a un disco espectacular.
«XO» fue el primer disco que Elliott Smith editó siendo un personaje famoso. Su nominación a los Óscar le dotó de un estatus que provocó que su nuevo trabajo fuera juzgado con mayor celo. La crítica recibió muy bien el disco y, aunque Smith declaró en una entrevisto que nunca leía las críticas por miedo de que le afectaran a la hora de escribir canciones, en esta ocasión le hubieran servido para aumentar su autoestima y darle confianza. Allmusic hablo de «gloriosa demostración de talento con hermosas y oscuras melodías arregladas con todo lujo de detalles», la revista Spin le puso un «10» y elogió su capacidad de hacer «dulce la tristeza» y Pitchfork habló de «inigualable maestría en el manejo de las estructuras pop» . Para mí, su mejor disco y que, además, alcanzó la posición 104 en listas y vendió unas 400.000 copias (más del doble que sus dos trabajos con Kill Rock Stars), siendo el mayor éxito en ventas de toda su carrera.
VALORACIÓN GUILLETEK: 9,5 / 10