Con «Jumpin’ Jack Flash» los Stones parecían haber vuelto a la senda correcta. En cierto sentido fue un punto de inflexión tras el que abandonaron el rebufo de los Beatles y comenzaron a adquirir una verdadera identidad. A pesar de ser discos fantásticos, tanto «Aftermath» como «Beetween The Buttons» dejan sensación de ir a remolque de los de Liverpool… En el caso de «Satanic Majesties», esa falta de originalidad se une a unos resultados artísticos bastante mejorables. Pero a partir del 68 los Stones parecen decidir intentar asaltar el cetro del rock desde otra perspectiva. De alguna forma, el espíritu del grupo vuelve a sus orígenes, a un concepto mucho más crudo. «Sorprendentemente» los Beatles emprendieron el mismo camino ese mismo año con su celebérrimo «Álbum Blanco», fue unos meses antes, ¿casualidad?.
Las sesiones de grabación del que sería su nuevo LP habían comenzado en febrero de 1968, un par de meses antes de que «Jumpin’ Jack Flash» se editara, con Jimmy Miller tras la mesa de
mezclas. No fue una grabación fluida, especialmente a causa de las repetidas ausencias de Jones y Wyman. El primero se marchó a Marruecos en búsqueda de nuevos y exóticos sonidos -para hastío de sus compañeros que estaban interesados en volver a sus raíces-, mientras el segundo se entregaba a la dolce vita. Mick y Keith tomaron entonces de forma definitiva las riendas del grupo y mientras Jagger tuvo que mejorar su técnica a la guitarra, Richards lo hizo con el bajo. Wyman acabó colaborando bastante en el disco pero no Jones. De hecho la participación del genial y controvertido multiinstrumentista fua más bien escasa durante estas sesiones y cada vez era más patente que comenzaba a convertirse en una carga. «Brian estaba la mayor parte del tiempo incapacitado», recuerda Keith Richards, «puedes sonar cruel, pero era un puto grano en el culo. Él no hizo casi nada en el disco, pero como no teníamos una gira por delante ni conciertos contratados, no nos pareció urgente echarlo del grupo. Lo único que queríamos es hacer un buen álbum, sobre todo después de «Satanic Majesties».Un disco que fuera muy Rolling Stones«
En mayo, con la grabación muy avanzada, tuvieron que volver a interrumpirla tras ser detenido Brian, una vez más, por posesión de drogas. Tras un registro de su casa, la policía encontró hachís, cocaína y metanfetaminas. El grupo pagó la fianza y Jones salió en libertad condicional. Esta segunda detención hizo que el ingreso en prisión se convirtiera en una posibilidad real haciendo que la tensión subiera varios puntos.
El disco estaba preparado. El título sería «Beggar Banquet» y la fecha elegida el 26 de julio de 1968, si bien la planificación de lanzamiento no se cumplió una vez la portada del álbum (una oscura foto de un retrete público repleto de grafitis) fue rechazada por las compañías discográficas europeas y estadounidenses. Mientras, y para ganar tiempo, editaron la fantástica «Street Fighting Man» como single. En Inglaterra funcionó bien, pero en Estados Unidos su buena acogida general fue detenida por la censura sufrida por varias estaciones de radio que la consideraron excesivamente combativa. La temática de la canción, basada en lo acontecido en Mayo del 68, se tachó de inapropiada y considerada políticamente incorrecta en vísperas de la Convención Nacional Demócrata de 1968 y por los cercanos asesinatos de Robert Kennedy y Martin Luther King.
Tras múltiples disputas, los Stones cedieron y editaron el disco en
noviembre con una sencilla portada en color blanco con los nombres de la banda así como el título del disco serigrafiados… Fue una mala decisión, ya que los Beatles, apenas días antes, habían editado su excelso «The Beatles» (conocido como el «White Album») con una portada muy similar y un concepto artístico (volvamos a lo básico) muy similar… De nuevo volvieron las críticas que los describían como un grupo sin personalidad y que iba «a remolque» de los Fab-Four.
No obstante, en cuanto la crítica especializada empezó a escuchar el disco y prestó la debida atención a su contenido, todas estas críticas se convirtieron en elogios. La perfecta mezcla de rock, blues, R&B y country hizo las delicias de los expertos así como del público en general, que aupó el LP hasta el tercer puesto en Inglaterra y el quinto en los States.
Y es que estamos ante, sin duda, uno de los mejores discos del grupo y, por ende, una de las grandes obras del rock de todos los tiempos. Ya desde el principio las cosas quedan muy claras: estamos ante algo grande. Pocas formas mejores hay de empezar un LP que con uno de los himnos de la música del siglo XX, una de esas canciones que todo el mundo conoce y que cualquiera identifica rápidamente con sus autores: la sobresaliente «Sympathy For The Devil«. Un icono del rock, un tema prodigioso de principio a fin en el que todo es perfecto, desde su excelsa instrumentación a la gran interpretación vocal de Jagger. Pero, sin duda, uno de sus puntos más fuertes es su atrevida letra, llena de juegos de palabras y enrevesadas metáforas en la que Jagger demuestra (al parecer inspirado por el escritor soviético Mijaíl Bulgákov) sus capacidades poéticas. En ella el Diablo se presenta como un «Hombre rico y buen gusto» que ha estado presente a lo largo de toda la historia , desde tiempos de Jesucrito a la Segunda Guerra Mundial, pasando por la Guerra de los Cien Años o la Revolución Rusa, sin dejar de mencionar sus polémicas alusiones a Kennedy («grité: ¿quién mató a los kennedy?, cuando después de todo fuimos tú y yo») e incluso a las trifulcas de sus amado-odiados Beatles, especialmente intensas tras su vuelta de la India («Tendí trampas a Los Trovadores, que murieron antes de llegar a Bombay»). Una joya atemporal. Imprescindible.
Tras semejante maravilla, la sensible «No Expectations» sirve de perfecto contrapunto a su rabiosa predecesora. Guiada por la estupenda guitarra slide de Brian, esta bonita pieza de country-blues acústico, peca de cierta monotonía, pero no deja de ser una fantástica canción. El country acústico sigue siendo el hilo conductor de la siguiente canción, «Dear Doctor«, mucho menos brillante pero con una divertida letra y un acertado tono de comedia.
El blues toma el mando con la genial «Parachute Woman» devolviendo al grupo a las sonoridades eléctricas y al blues más clásico. Sexo a raudales en la letra y un estupendo combos de blues-rock… ¿alguien da más? La excelsa cara A se cierra con la enorme «Jig-Saw Puzzle«, una de mis favoritas. Uno de los temas más melódicos del disco, todo en ella es estupendo, su letra, su melodía, su guitarra slide, el incomensurable piano de Nicky Hopkins… Un clásico, olvidado con demasiada frecuencia, por cierto.
Los Stones incendian el comienzo de la cara B con la contestataria «Street Fighting Man«, de la que ya hablamos antes merced a su edición como single. Una verdadera descarga de poderío acústico (quién dijo que no se podía hacer buen rock sin electricidad) que pone banda sonora a los acontecimientos de mayo del 68 con Jagger soltando su soflamas políticas sobre un estupendo manto instrumental aderezado por el acertado sitar de Jones. Otro tema para la historia.
Tiempo para la única versión del álbum, en esta ocasión un blues de temática bíblica original del reverendo Robert Wilkins. «Prodigal Son» no es un prodigio de nada pero es extremadamente convincente en todo: sonido clásico, sólida interpretación vocal de Jagger y una letra basada en el mito cristiano del hijo pródigo que, a pesar de su sacro origen, no deja de tener una temática muy bluesy. Y, del blues con más solera, pasamos al rock de «Stray Cat Blues«, un crudo, sexy y guitarrero tema que revive el mito de Lolita. Una de las canciones más potentes de un disco que, a pesar de la fama rockera de sus interpretes, es más bien tranquilo, como ponen de manifiesto el country rock de «Factory Girl» y «Dear Doctor«, ambas mucho más country que rock.
El grand finale llega con la soberbia «Salt Of The Earth» en la que Keith y Mick alternan las secciones vocales construyendo una hermosa balada que parece ser el embrión de futuros himnos como «You Can’t Always Get What You Want». Enorme en todo, desde el siempre eficiente piano de Nicky Hopkins a la guitarra slide de Brian sin olvidarnos de los estupendos coros gospel de la parte final, a cargo de las novias de los Keith y Mick, Annita Pallenberg (recordemos, ex de Brian) y Marianne Faithfull respectivamente.
Un disco estupendo que fue bien recibido por el público, alcanzando un número 3 en Reino Unido y el 5 en Estados Unidos. Un gran álbum que, además, supondría el asentamiento definitivo de la banda y su puesta en valor como entidad propia dentro del universo del rock.
Con nuevo brío, el grupo se embarca en un nuevo proyecto nacido de una idea deJ agger quien,ansioso por promocionar a la banda, sugirió filmar un especial de televisión que, bajo el título de The Rolling Stones Rock and Roll Circus, consistiría en el rodaje de un concierto dentro de un escenario y temática circense. El director sería Michael Lindsay-Hogg (que tiempo después se encargó de la última película de losBeatles, «LetIt Be») y contarían con grandes estrellas invitadas como Jethro Tull, el guitarrista de Black Sabbath Tony Iommi, The Who, Taj Mahal, Marianne Faithfull, John Lennon, Eric Clapton, Yoko Ono y Mitch Mitchell de la Jimi Hendrix Experience además de los propios Rolling Stones. De esta forma los músicos se citaron el 11 de diciembre de 1968, a las 14h en los estudios Intertel (V.T.R. Services) de Wycombe Road, Wembley.
Jethro Tull fueron los primeros con «Song for Jeffrey» y contando con la inestimable ayuda de Tony Iommi de Black Sabbath, pero fueron los Who quienes
incendiaron el escenario circense con una hipervitaminada versión de «A Quick One, While He’s Away«, en la que sin duda fue la mejor actuación del día (y quien sabe si de la década). El rodaje pillo a la banda en plena gira y en su mejor momento. Los de Townshend están simplemente espectaculares con un Keith Moon en estado de gracia.
Taj Majal y su «Ain’t That a Lot of Love» fueron los siguientes en actuar, seguidos de la novia de Mick Jagger, Marianne Faithful, que interpretó su éxito «Something Better» antes de llegar al siguiente plato fuerte del programa: la actuación de The Dirty Mac, una superbanda con John Lennon a la voz solista y guitarra rítmica, Eric Clapton como guitarrista solista, Keith Richards al bajo y Mitch Mitchell tras los tambores.
Semejante galaxia de estrellas no podía decepcionar y la versión del «Yer Blues» de los Beatles desde luego está a la altura a pesar de las estúpidas payasadas de Yoko Ono sobre el escenario.
Y así llegamos al que debía ser el gran momento del programa: la actuación de los propios Rolling Stones. El setlist, con «Jumping Jack Flash», «Parachute Woman», «No Expectations», «You Can’t Always Get What You Want», «Simpathy For The Devil» y «Salt Of The Earth» parecía apuesta segura, pero la actuación dista mucho de ser una de sus mejores interpretaciones.»Jumping Jack Flash» suena plana y aburrida con un Jagger perezoso en lo vocal y sin nadie ayudando en la parte de los coros. Las cosas mejoran, y mucho, con «Parachute Woman» con la banda sonando muy sólida, las buenas sensaciones se sostienen con una sentida «No Expectations«. La interpretación de la sobresaliente «You Can’t Always Get What You Want» es histórica por ser el estreno de la canción, y, además, resulta bastante consistente , no como ocurre con «Simpathy For The Devil» que adolece de pasión y muestra a un Jagger quizás demasiado pasado de vueltas o tal vez cansado (la canción se estaba grabando ya de madrugada) . «Salt Of The Earth» pone el punto final a un programa que, desgarciadamente, no llegaría a ver la luz. Fue el propio grupo el que desestimó su emisión sin esgrimir ninguna canción para ello. Posteriormente el grupo reconoció que decidieron desestimar el proyecto «debido a su deficiente presentación» y son muchas las voces que afirman que la verdadera razón fue la gran diferencia de energía y calidad instrumental y vocal que hubo entre su intervención y la de los Who. Quién sabe.
Lo que estaba claro es que los Stones estaban en buena forma a finales de los 60 y tenían el hambre necesaria para intentar conquistar el Olimpo del Rock, más aún cuando sus históricos némesis, Los Beatles, se desgastaban en peleas intestinas que avecinaban su pronto final como banda. No obstante, había un elemento distorsionador: Brian. Cada vez más consumido por sus adicciones y su gozosa y disoluta vida, apenas contribuyó en la grabación del disco y sus aportaciones musicales, aunque a menudo geniales (escúchese la guitarra de «No Expectations»), eran cada vez más esporádicas. Para más inri, sus condenas por posesión de drogas suponían un habitual escollo burocrático a la hora de conseguir visados para las giras internacionales, especialmente en la
mojigata USA, por lo que tuvieron que suspender parte de la gira de promoción de Beggars Banquet. Hartos de la situación, el 8 de junio de 1969, Jagger, Richards y Watts fueron a la casa que Jones estaba reformando con toda suerte de lujos en Hartfield (Sussex), decididos a tomar una solución, por dura que ésta fuera.
Nunca llegaremos a saber en qué términos se produjo la reunión. El caso es que ese día, Brian dejó de ser un Rolling Stone tras el preceptivo acuerdo monetario de por medio. Dos días después, 10 de junio de 1969, el propio Jones emitió el siguiente comunicado de prensa: «Ya no nos comunicamos musicalmente. La música de los Stones no es de mi gusto. Quiero hacer
mi propia música antes que tocar la de los otros. La única solución es que tomemos caminos separados, aunque sigamos siendo amigos».
Los acontecimientos se sucedieron a gran velocidad, y tres días después (cinco desde la expulsión de Jones), Mick Taylor, fue presentado ante el mundo como como nuevo miembro de los Rolling Stones. Taylor era un jovencísimo (20 años) y brillante guitarrista cuyo trabajo con John Mayall & the Bluesbreakers le hizo ganarse un rápido reconocimiento en el mundillo .
Mientras, Brian Jones, decidió retirarse con su nueva novia -la bailarina sueca Anna Wohlin- a su casa de campo en cuya reforma estaba enfrascado. Desde allí pretendía planear su retorno al mundo de la música. En seguida surgieron rumores de posibles colaboraciones con John Lennon, los propios Beatles, Jimi Hendrix o la Creedence Clearwater Revival. Desgraciadamente, nada de eso iba a pasar
Texto: Guillermo Mittelbrunn Beltrán. 22 de febrero de 2014
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